Por BEATRIZ TERESA BUSTOS
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Editorial
Dunken/ Buenos Aires / 2000
La novela Fragor
en la caleta, de Emíl García Cabot
fue editada en el año 2000 por la Editorial Dunken. Luego, en una segunda
publicación se cambió el título por ENTRE MAREAS si bien, es la misma obra, me
hace pensar de manera diferente el análisis del libro, ya que los títulos dan
distintas sensaciones y, además, difiere el fondo simbólico de ambos.
Como dice Bertha Bilbao
alude a la sensación existente en el movimiento de las aguas y el destino del
grupo social. Pero, la palabra «fragor», personalmente, lo relaciona con ruido,
estruendo, cuando el mar entra en ira contra la caleta.
En la novela, narrada en tercera persona en forma
omnisciente, conoce todas las acciones pasadas, presentes y futuras de los
personajes, sus pensamientos y sus deseos más íntimos. El autor desplaza el
argumento de un amanera sencilla y clara, creando un microcosmos en el que
muchos factores y la naturaleza interactúan con los personajes.
La historia se desarrolla en Las toscas, un pequeño
pueblo situado en San Antonio Oeste,
asentado al borde de la caleta como si fuera una espina dorsal. Tiene valores
humanos, sociales y culturales. A través de las conversaciones, más los
diálogos interiores de los personajes, se puede deducir el fondo el problema
nudo. De ahí su particularidad para despertar diversas sensaciones en el
lector.
Un tema recurrente en la obra de Emil García Cabot es
la soledad del ser humano, eje transversal que no escapa a ésta su novela de
estilo modernista; tiene un marcado fondo existencialista, agregado el problema
social, laboral y económico del lugar.
Los sucesos comienzan a principios de siglo en el sur
de Argentina.
Cuando Aurelio Folco, recién recibido de Agrimensor, retorna a Toscas Negras,
pueblo pesquero del sur argentino, llamado así por los grandes rodados negros
que cubren el fondo de la Caleta”.
Percibo a estas “toscas negras” como imágenes del KYBALIÓN,
cuyo principio es la correspondencia entre lo mental con lo físico, lo de
arriba con lo de abajo, lo de dentro con lo de afuera, lo cercano con lo
lejano, y estos “principios” se notan desde el comienzo.
La historia tiene una gran verosimilitud en el espacio
y el tiempo y consta de dos personajes principales, Aurelio y el lugar. Uno
emparentado por las circunstancias con el otro. El primero, camina sobre la
Huella Vieja hacia su casa; el segundo, se le ofrece para llevarlo; ambos con
una historia que subyace bajo sus pieles. Hombre y tierra, en toda la obra,
interactúan, se pertenecen, y a la vez, se desafían.
Emil García Cabot narra el trasfondo de la vida de
Aurelio, quien tuvo una niñez solitaria, con un padre ausente en lo afectivo.
La relación de él y Folco era la de dos extraños que saben y deben relacionarse
porque lo dice la sangre. Conrado —un empleado—, lo define dolorosamente como
un “hijo criado medio a lo guacho”.
Aurelio arriba como un forastero al pueblo que lo vio
nacer, ¿por qué regresaba? ¿Acaso, un Agrimensor de su propia vida? Este viaje
lleva al joven a un punto de intersección en su existencia. Aurelio tiene un
gran conflicto interior que cobra mucha importancia en la novela porque siente
que está entre dos fronteras, una “su mundo”, la otra, el mundo “conocido”.
Regresa, sin saberlo, a desmontar el pasado, decisión tan necesaria para
continuar.
Retorna a su antigua casa “Los Neneos”, donde nadie lo
esperaba. El hueco entre Aurelio y su padre no podía llenarse solamente con
palabras.
Es el cronotopo, relaciona el espacio con los
lugareños. Tiene un tiempo natural, cíclico; con uno familiar de la vida
cotidiana, no habitual. La historia narrativa se circunscribe a un lugar
específico, casi inhóspito, los personajes se relacionan entre ellos a través
de las circunstancias que ocurren en el pueblo, y donde aparecen en escena dos
mujeres, Elsa: soñadora, idealista, y Lucila: centrada, decidida, resuelta,
pensadora, reflexiva. El amor y la atracción sutilmente van haciendo un
entramado en el corazón del joven.
El autor describe en pequeños episodios o capítulos
enumerados y breves, acontecimientos de soledad, desamor, violencia, intriga,
anhelos, enamoramiento, reproches, búsqueda y muerte; en un lugar delimitado,
natural y aislado por completo.
Por esta causa (“lejos de todo”) es uno de los
propósitos de algunos lugareños que piden y proyectan la creación de una carretera.
Otros como Humberto Sosa quien, con pelos y señales, demostraba la enorme
ventaja de su proyecto: crear un puerto de aguas profundas; idea que reaparecía
cada año cual conveniencia electoralista.
Los pescadores estaban en conflicto, siempre trabajaron
por su cuenta, pero la llegada de la empresa Corvimar con lanchas mejores
equipadas, los inhibía de poner precio a la pesca. Los empresarios crearon
expectativas en el pueblo y solo habían cumplido en parte la promesa; y los
trabajadores viendo que nada mejoraba, comenzaron una huelga en donde todos
perdían dinero.
Había una gran diferencia entre Aurelio, que había
conseguido marcar el trayecto de la nueva ruta y que perfilaba como un dolor de
cabeza por las inclemencias del tiempo, habituales en el lugar, y Manuel,
quien, soñaba con una plantación. Entre ellos se relacionan dos conciencias
separadas por la época, por la diferencia de clase y por sus anhelos sobre el
lugar.
FRAGOR
EN LA CALETA, tiene conversaciones entre los personajes que permiten identificar las
distintas voces y visiones sobre un mismo tema, siempre con detalles en función
de las experiencias personales, donde la única fuente de trabajo es la pesca.
Es difícil abrirse caminos en la vida, y más, en los
que otros diagramaron. Los senderos internos, nunca son una recta que va desde
el corazón a la mente, sino que son un camino sinuoso, se desvían llevados por
la fuerza de los sentimientos, por torrentes de contratiempos y lágrimas.
Porque ese abrirse camino está diagramado por sueños y
a veces se pierden entre los bosques de la sinrazón, otras, por la selva
enmarañada de la memoria, la que jamás descansa, siempre anda trajinando,
sembrando nombres, sensaciones y tormentas bajo nuestra piel.
Desde el fondo de nuestro ser algo nos alimenta a
seguir, esa llama se impone siempre y aunque mengüe su luz, hay instante en
que, sin quererlo, una mirada, una imagen nos acaricia y la flama (confianza en
uno mismo) vuelve a iluminarnos. Entonces, aquello que pareció ser un gigante,
empequeñece, y podemos contemplar más allá las cosas que nos salvan, ya que el
único obstáculo a vencer son nuestros temores y premoniciones.
Aurelio decide irse a vivir al pueblo. Quizás siga su
relación con Elsa, pero, ¿será Elsa tierra fértil donde Aurelio sembrará su
progenie?
Hay un paralelismo entre el camino del pueblo y el
camino de la vida de Aurelio, donde sea cual sea el obstáculo debe superarlo.
Al morir su madre (único cordón umbilical que lo ligaba a su casa), se muda al
poblado para comenzar una nueva etapa en su existencia.
Había conseguido lo que tanto deseaba: ser el
agrimensor de la ruta que habría nuevas esperanzas al lugar. Sin saber que este
alejamiento de su padre era reflejo de su vida. Entre las experiencias
vivenciadas encontró las fuerzas necesarias para trazar un nuevo camino para
sus pasos. Aurelio se reconcilió consigo mismo y con del paisaje.
Tiene un final abierto. Pero, de seguro, el lector
querrá saber más sobre lo que sucedió con Aurelio. Si llegó a terminar la ruta…y
cuál fue el itinerario de su vida.
CONCLUSIÓN
En la novela Fragor
en la caleta hay un predominio de una descripción muy personal y a la vez
realista que atrapa. Narra la historia de Aurelio Folco quien recién recibido
de Agrimensor regresa a Las Toscas, su lugar de nacimiento, buscándose a sí
mismo, pero termina inmerso en los problemas políticos, laborales y sociales
del lugar. Revive en su memoria imágenes sensoriales de la infancia, aún
vívidas de situaciones no resueltas que le generaron, silenciosamente, un dolor
mantenido y alimentado por años. A través de los días va desprendiéndose de
esos recuerdos, para formar parte de los acontecimientos acaecidos en San
Antonio Oeste.
Emil García Cabot crea un paralelismo entre la soledad
de Aurelio quien no encuentra respuesta ante el desamor y la incomprensión de
su padre, con el de la desolada caleta, que habla con vientos y agua sobre
hombres y bestias, techos y caminos.
Aunque es un texto ficcional, hace estremecer e
inquieta por su verosimilitud, pone al lector en contacto directo con
situaciones de un mundo cargados de detalles que, tal vez, lo animen a indagar
la historia del sur argentino.
Es un placer bucear entre líneas y descubrir el
entramado que subyace en ésta creación excelente de Emil García Cabot.